El antiperonismo, antikirchnerismo ahora, en su versión extrema gorila (los que el Pocho les tocó el culo con el Estatuto del Peón y Eva basureó, como corresponde); el antiperonismo de medio pelo (radicales, la llamada izquierda) y el gorilismo tarambana (herederos de los otros dos, sobre todo del segundo grupo), sólo se pueden entender si se entiende en qué lugar viven. Mejor: en qué lugar han elegido vivir. El Lugar de la Decencia. Mariano Grondona, ya hecho polvo pero, por años, partícipe y portavoz de la clase alta oligárquica, se enojó cuando en su programa Verbitsky le dijo que su hijo (de Grondona) trabajaba en un estudio de abogados que litigaba contra la Argentina. Un enojo sin levantar la voz, como es ley entre ellos. En público, claro. La molestia, el enojo, se debía a que esas cosas se hacen pero no se dicen. Como otras de clase –odios, infidelidades, envidias- se ocultan detrás de las sonrisas. Diremos: hipocresía. Sí, claro. Está en el ADN. Y sin embargo no alcanza para explicarlo. Esa clase, Sinceramente, piensa que el país que corresponde es el que pregonan. Son los famosos europeos en el exilio y trabajan para los imperios de donde provienen o han adoptado (inevitable España, elegida Gran Bretaña, insoslayable USA). Culturalmente, Francia. Para no extrañar tanto, en los tiempos de gloria que ya han pasado, se hicieron un trozo de París alrededor de Recoleta y Plaza Francia, la calle Arroyo, el Pasaje Seaver que tanto ama La Nación. En los bosques de Palermo, Carlos Thays armó Le Bois de Boulogne aborigen. En Mar del Plata, se sabe, construyeron su Costa Azul. Para esta gente, el territorio restante es un lugar de riquezas a explotar: vacas y trigo en el pasado, soja y algunas vacas y minerales en el presente. Cuando dicen El País hablan de ese ghetto donde habitan como virreyes (antes), como gerentes ahora. Por aceptar el exilio –no les queda otra; toreros en rodeo propio, cagones en el ajeno- les pagan fortunas, ya que son los que permiten ese comercio que sirve a los países centrales (que alucinan sus países), y no a ese territorio desconocido, lleno de negros y peones a los que no entienden ni quieren entender. La cultura y la civilización y la religión es europea, déjense de joder. El antiperonismo radical es, inevitablemente, de medio pelo. Está en su ADN. Durante la Década Infame pelearon codo a codo con los conservadores para ver quién hacía fraude más y mejor en las elecciones. Salieron segundos, porque es su destino. Como Reutemann. Llegó el peronismo y ya nunca más (Alfonsín un rato) jugaron en las grandes ligas. Sin embargo, en su cuesta abajo en la rodada hasta llegaron a salir cuartos con Lavagna, otro medio pelo. Ahora ya no existen. Como garrapatas están adheridos a la jauría tradicional y de ocasión para poder sobrevivir. Bien pagos, también, porque son muy útiles a los mastines. La izquierda –ah, la izquierda-, artística, soñadora, romántica, vive –es un decir- desde hace décadas proclamando que ellos pensaron las ideas que Perón puso en marcha. Ese resentimiento lo aúllan en los medios, cuando a los medios les parece útil su idiotez, y sino en sus lugares predilectos. El local partidario, la Academia, la pizzería donde, para su malhumor, hay fútbol en la televisión. Ese nuevo opio de los pueblos. Agachan la cabeza, no miran –tampoco a la gente-, suspiran y alucinan el día en que gobernarán los trabajadores. Comandados por ellos. Parafraseando un video que anda circulando, la izquierda es la que imparte educación sexual pero con el peronismo se coge. A mis treinta y pico de años entré a un par de locales partidarios del PO y del MAS, y con otras palabras pensé lo que después Saborido y Capusotto concretarían inmejorablemente: Aquí sí que no se coge. Gorilismo tarambana. Anida, sobre todo, en la clase media laburante y en la baja clase media. En la primera, Ella compra ropa de confección que estuvo de moda en Europa el año anterior, más o menos vistosa, y va a la oficina, quizás sea docente con años encima, secretaria de un médico o de un escribano (que a su vez, como todo escribano, es serio y meticuloso, es decir que su atuendo incluye el palo en el culo que lo mantenga tieso, circunspecto, honorable). Él, el hombre, suele vestir traje y vende ropa ocho o diez horas al día y de pie, o vende automóviles con falsa sonrisa, o es visitador médico. En la clase media baja está la señora. Limpia por sobre todas las cosas. Si es de barrio, baldea la vereda y el patio aunque amenace lluvia, hace las camas todas las mañanas, y se esmera si espera “visitas”, la vecina, la tía Eulogia: no la pensarán una roñosa esas chiruzas. El marido va a trabajar y los fines de semana lava el auto sobre la vereda. La limpieza es una ideología. Como lo es, también, para la clase alta y media acomodada, junto a los buenos modales y el traje. Los constituye. Ser una persona seria es ser una persona pulcra, equilibrada (como le pidió Lanata a Cristina hace unos días). Una máscara que pintan sobre sí todas las mañanas, ocultando lo que esconden los fantasmas de la noche y las paredes. Ese lugar, para Grondona y los suyos, para los radicales, para el medio pelo alto y bajo, es el Lugar de la Decencia auto adjudicado. El abogado que litiga contra el país, el empresario que coimea al político, el político que entrega la nación, el vendedor de autos usados y hechos polvo, el verdulero que roba en el peso, el financista que vive del esfuerzo ajeno, y el nuevo rico que mete a la mucama en el baúl son habitantes de El Lugar de la Decencia. Porque son limpios, o sea blancos (incluidos los negrazos que se ven blancos). Rinso (un jabón) lava más blanco –publicitaba una marca de jabones hace mil años. Una pareja Rinsoberbia, programa de radio en mi pubertad. ¿Qué es lo contrario de lo blanco? Lo negro, obvio. ¿Y cómo está una camisa que está oscura? Sucia, es decir negra. Negros roñosos es el colofón. Negros piojosos, negros de mierda. La negrada peronista, aunque Perón y Eva y Cristina y Néstor hayan sido y sean blancos. Porque el gorila en sus variantes también ocupa el espacio de la Decencia Moral. ¿Han notado que los insultos de los antiperonistas, todos, incluyen una calificación moral hacia quienes reciben esos insultos? Perón se cogía a las muchas de la UES, algo reprobable. Y miraba con un artilugio a la Lollobrigida en pelotas. Eva era una puta, ambos eran ladrones. Cristina otra puta, una yegua, una chorra. Drogadicta también. Néstor ladrón, y mentiroso (está guardado por ahí, ya que no estaba en el cajón) y cornudo. Corruptos, todos. Sexo, “eso terrible” –como dijo Pinedo-, y delincuentes (no muchachos trabajadores, mote por buenas personas en el pasado, y todavía hoy en ciertos círculos). Esta superioridad moral sólo pueden tenerla los impolutos, los habitantes de El Lugar de la Decencia. Confortable, limpio, seguro. Sin muertos en el ropero. Ni en la conciencia (por algo será). 1, 2, 3 y 4 ambientes, luminosos, portero las 24 hs. Piscina y Gym. Anótese ya. Viva Feliz. Tan feliz cómo sólo puede serlo una cacatúa. No sea otario.
1 abril 2020
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