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  • Roberto Pages

CASI 24

No supe entonces, ni sé hoy, si había antecedentes pero en julio de 1996, cuando con mi hermano tuve que decidir sobre la tapa del primer número de La Vereda de Enfrente –que imaginé y dirigí- se me ocurrió escribir un editorial y ponerlo allí. A casi 24 años de aquello, ahora se me ocurre que un reo de barrio podría decir hoy: minas y palabras. Tan seductoras ambas, a veces, tan ariscas en otras ocasiones. La mujer de negro, si no recuerdo mal, es Sharon Stone, a la que después califiqué como la “más bella sonrisa rubia” desde Marilyn. Las palabras son estas:


Esta revista nace bajo la advocación de un sencillo y misterioso verso de Borges: “sólo faltaba una cosa: la vereda de enfrente”

La crítica de cine en la Argentina descendió a la mercantilizada opinión en los diarios y revistas de temas generales, llena de muñequitos, manitos y estrellitas que adelantan la “opinión” y valorización de las películas. También hay un par de revistas específicas, donde suele aparecer un fenómeno típico del país: la importación. Así como están los importadores de fruslerías taiwanesas, también existen los que contrabandean ideas y opiniones que luego hacen pasar por suyas. Importan, para sus reseñas, películas y material al que el público mayoritario no tiene acceso. Es una actitud, muy arraigada en nuestros círculos intelectuales, que privilegia la información y la mirada crítica de otros lugares del mundo, pocas veces la propia.

Buñuel lo dice así: “El pedantismo de las jergas, fenómeno típicamente parisiense, causa tristes estragos en los países subdesarrollados. Es un signo perfectamente claro de colonización cultural”. Esta curiosa manera de ver y sentir las cosas los obliga a absurdos difíciles de comprender: no ha faltado quien escribiera la palabra francesa auteur en vez de la sencilla y propia autor, para decirlo con un ejemplo nimio pero significativo.

La Vereda de Enfrente pretende ser ajena a estos vericuetos pretenciosos tanto como a los facilismos del comentario a la norteamericana, hoy absolutamente en boga en la Argentina; la ditirámbica adjetivación: genial, excelente, increíble, muy buena, excitante, y un sinfín de paparruchadas por el estilo.

La Vereda… tampoco elude el compromiso de nombrar las revistas o las personas con quienes polemiza. En un país con histórica tradición polemista, hoy perdida o bastardeada bajo la apatía posmo, la recuperación de la polémica es más que un capricho pendenciero. Es una necesidad.

Nuestra revista se sitúa en el lugar que la geografía, la política y la economía nos tiene ubicados: el culo del mundo. Llegan muchas películas y poco cine, alimentados los circuitos de distribución por la invasiva producción norteamericana, con su mucho malo y su –hoy- poco bueno. No existe, casi, cine argentino. Nuestras propias imágenes, el lenguaje reconocible, el paisaje afín. Sin embargo a lo que no renuncia La Vereda de Enfrente es a la opinión propia sobre el hecho cultural que implica toda película; a la posibilidad rebelde de ofrecer su voz. Nos alienta un par de versos milongueros de Borges, otra vez: “Siempre el coraje el mejor / la esperanza nunca es vana”.

Desde este lugar y, paradójicamente, cruzar hoy a la vereda de enfrente es situarse en la vereda de acá.


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